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martes, 3 de diciembre de 2019

El pecado del ecocidio - POR JOSÉ CONSUEGRA


Sin duda alguna, el crecimiento poblacional de la humanidad, las exigencias de materias primas para sustentar los desarrollos tecnológicos y el crecimiento económico han conllevado a una expoliación acelerada de los recursos naturales del planeta. A lo largo de la historia hemos contaminado desmedidamente estos bienes terrenales, sin dejarle margen a su regeneración: océanos, ríos, bosques, selvas, páramos, entre otros espacios de la naturaleza, están hoy avasallados por toda la carga de desechos orgánicos, industriales y urbanos producida por el hombre. Esta lamentable situación se agrava por la contaminación con plásticos y productos químicos.

Paralelo a esta catástrofe, en buena hora se abren camino liderazgos a nivel mundial por el cuidado del medioambiente y una cultura ciudadana por la preservación. Cada día es mayor el número de ciudadanos conscientes que asumen posiciones críticas sobre la contaminación. Sin embargo, la destrucción continúa.

El tema está siendo tratado de manera responsable por las religiones. En el caso del catolicismo se define el pecado del ecocidio, es decir, de la destrucción intencionada del medioambiente. Acertadamente, el papa Francisco definió que entre las conductas que contempla el ecocidio están “la contaminación masiva del aire, de los recursos de tierra y agua, la destrucción a gran escala de la flora y la fauna, y cualquier acción capaz de producir un desastre ecológico o destruir un ecosistema”.

El mundo produce aproximadamente 300 millones de toneladas de residuos plásticos anuales, de las cuales 8 millones de toneladas van a dar a ríos y océanos, causando destrucción de flora y fauna.

En 2018, la deforestación destruyó 12 millones de hectáreas de vegetación en las regiones tropicales en el mundo. Para colmo, solo en los primeros siete meses de este año agotamos los que se encontraban disponibles para todo 2019, según Global Footprint Network (GFN), organización que registra el impacto de la actividad humana sobre la tierra.

Vale recordar que, en 1983, las Naciones Unidas creó la Comisión de Desarrollo y Medio Ambiente con líderes científicos, sociales y políticos, con el propósito de promover y consolidar el concepto de ‘desarrollo sostenible’, al determinarse la correlación del desarrollo tecnológico, el crecimiento económico y poblacional con la sostenibilidad del medioambiente.

Es claro que la humanidad no puede seguir en el desmesurado desarrollo tecnológico y el aumento exponencial de la riqueza a expensas de la destrucción del entorno en que vive y, al mismo tiempo, permitiendo el ahondamiento de problemáticas como la contaminación ambiental y la extinción de especies.

En el mundo necesitamos gobiernos decididos a definir leyes y políticas de Estado para la preservación de la naturaleza y que actúen con firmeza en su protección. Es urgente que la sociedad civil sea partícipe de manera activa e integral en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible promovidos por las Naciones Unidas.

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