
Esta semana fue pródiga en noticias sobre salud. En su columna del periódico El Heraldo, el médico barranquillero, Álvaro Villanueva, internista-infectólogo, decía refiriéndose a la Ivermectina: “Grupos de investigadores y revisión de evidencias han presentado resultados con análisis estadístico profundo, de su efectividad en un gran grupo de pacientes. Sus promotores tienen los más altos niveles científicos, no son cualquier neófito en la materia. A esto quiero agregar mi propia experiencia y la de un numeroso grupo de colegas, hemos podido seguir nuestros propios pacientes, y observar los buenos resultados de la utilización de la Ivermectina en forma vigilada y precisa. Al lado de estos grupos numerosos, han aparecido los detractores y rechazantes de su utilización, igual los contrarios a la vacunación.” Y continuaba diciendo: “La recomendación […] del Instituto Nacional de Salud de los Estados Unidos […] después de haberla rechazado […] consideró, dejar la decisión de su utilización en manos de los médicos tratantes, y la aceptación de los pacientes. Es una respuesta salomónica […] ¿Si no mata a nadie y existe la posibilidad de ser útil, por qué no utilizarla? Si el resultado es el de que si sirve cuantos pacientes se hubieran salvado, y se seguirán salvando con su utilización. Pero en Colombia doctores tiene la santa madre iglesia, que nunca se especializaron en estos temas, pero ahora pretenden quitarle de la mano a los médicos, el derecho más sagrado adquirido a través de una vida dedicada a la salvación de los enfermos.”
En Cali, un médico hizo un estudio doble ciego con un número limitado de pacientes y encontró en todos los aspectos evaluados que el uso de la Ivermectina supera al placebo, pero ignoró esos resultados de tendencia para acogerse al pensamiento “oficial” y concluyó que el resultado no era estadísticamente significativo. Con esto le puso una vela a Dios y otra al diablo. Creo que quedó mal con los dos.
El otro desarrollo tiene que ver con la producción de una vacuna contra el SARS-COV-2 utilizando una técnica muy barata que actualmente se usa para la producción de millones de dosis de la vacuna contra la influenza. El 5 de abril, el New York Times publicaba un artículo de Carl Zimmer que comenzaba diciendo: “Una nueva vacuna para la COVID-19
entra a ensayos clínicos en Brasil, México, Tailandia y Vietnam, que podría cambiar la forma como el mundo ataca la pandemia. La NVD-HXP-S (Newcastle Virus Disease-hexaprolina-s (Espiga)) se espera que produzca anticuerpos más potentes que los producidos por las vacunas actuales y será muchísimo más fácil de producir.”