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domingo, 26 de abril de 2015

Ser maestro en Cúcuta es muy fácil - Por: Sebastián Felipe Gómez


El trabajo de un maestro oficial en esta ciudad se resume en las siguientes bobadas:

Hablarle a cursos de 40 estudiantes o más. Muchos de ellos no trabajan en las mañanas, sino que junto a sus alumnos, se someten a ese hacinamiento a las tres de la tarde, a temperaturas sobre los 35 °C. En ese calor y con tal cantidad de menores en un salón, desesperados con justa causa, imagínese el resultado de la enseñanza de aritmética, derechos humanos o lectura comprensiva. Entienda que no hay presupuesto para aires acondicionados en las aulas y que a duras penas alcanza para un ventilador, que probablemente ni funciona bien. Puede que, incluso, ni haya ventilador.

No tienen celadores, ni secretarias y no hay suficientes profesores en colegios de Atalaya.
Los maestros más jóvenes, bajo el decreto 1278 de 2002, se someten anualmente a una evaluación realizada con los criterios del coordinador y el rector del colegio. Si no le cae bien a alguno de esos, el maestro debe alistarse para perder su puesto.

Para aquellos que están arrancando y quieren dedicarle su vida a la enseñanza, la condición es esta: presentarse a un concurso anual que les permita ser nombrados en propiedad en la carrera docente. Por ejemplo: si la prueba la presenta un ingeniero químico frente a un profesor de química, el ingeniero químico tiene todas las de ganar, por sus conocimientos específicos en el área evaluada. Luego, cuando se enfrenta a un grupo, enloquece. Es probable que ese ingeniero químico no tenga ninguna experiencia pedagógica, pero que haya ganado el concurso. Sabe mucho de química, pero ni idea de enseñanza.

Salones de informática con un computador para cinco u ocho estudiantes. Lo mismo pasa con otras herramientas didácticas necesarias en la formación, sobre todo, en los cursos de preescolar y primaria.

Ni hablar de los que no trabajan en Cúcuta, sino en zonas rurales cercanas. No cuentan con ningún tipo de protección dada la zona, resultan amenazados por la guerrilla o los estigmatizan por guerrilleros. Los maestros de antes tenían derecho a un sobresueldo si eran nombrados para las zonas rurales, ahora no. Ahora se exponen a lo mismo pero con un sueldo inferior.

Y los sueldos de los demás, ni hablar. Según la ministra, un maestro en Colombia se gana $2’700.000. Haría falta revisar de dónde obtiene Parody ese promedio. Hay unos maestros antiguos que sí reciben ese salario, pero esa no es la mayoría. En el video viral de la profesora María Isabel Acevedo, licenciada en música de la Universidad Javeriana, todo queda muy claro. Ella, licenciada en música de ese plantel, con una maestría y distintos estudios, recibe mensualmente $1’700.000. De ahí le descuentan salud y pensión (por cierto, el descuento va a un sistema de salud perverso que atenta contra sus derechos fundamentales). Si, además, como la profesora Acevedo el maestro ha invertido en un crédito para formarse y ser mejor en su labor, lo que queda es una miseria. Un sueldo inferior, incluso, a personas que no han recibido ningún tipo de formación.

Ahora, la tapa de la olla: aguantarse a una opinión pública en su contra. Las declaraciones de la ministra en los medios se ha encargado de eso. ¿Qué clase de sociedad se pone en contra de los encargados del futuro, del cuidado de sus hijos, de la formación de los más pequeños? En países como Finlandia, primeros en educación, el maestro es tratado con absoluto respeto y reverencia; trabaja en las mejores condiciones. La ministra acusa a los maestros por estar en paro. Los juzga por reclamar sus derechos. Los cuestiona por dejar a los niños sin clases. ¿Y quién cuestiona al sistema? ¿Los maestros, que son la reserva intelectual de un país, no tienen derecho a reclamar por lo que atenta contra ellos? De paso, la ministra anunció un descuento salarial a los maestros en paro, a pesar de que la constitución nacional establece que las agremiaciones sindicales tienen derecho a hacer movilizaciones y paros sin repercusiones salariales. Más y más atrocidades contra el magisterio. Y sobre todo, más y más atrocidades contra nuestro futuro, porque son los niños las principales víctimas. Pero todo parece conveniente: entre más brutos seamos cucuteños y colombianos, más fácil es engañarnos.

La labor del maestro en Cúcuta es una bobada. ¿No cree?

Fuente: ACÁ

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