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lunes, 5 de diciembre de 2022

LA FIEBRE DEL MUNDIAL - POR: JOSÉ CONSUEGRA

Una de las características primordiales de esta edición 22° es que equipos tradicionalmente fuertes tuvieron apuros para pasar a la siguiente ronda, como Argentina que, en su primer partido, fue vencida por Arabia Saudita, una selección sin antecedentes destacados en el fútbol, lo que dio lugar a una infinidad de memes y burlas tanto por la sorpresa como por la fama y tradición futbolera argentina. Lo mismo pasó con Bélgica, clasificada en el puesto 2 del ranking de la FIFA, apabullada por Marruecos y, luego, eliminada, igual que Alemania.

Las vivencias que nos traen los medios de comunicación de la Torre de Babel en que se convierte el país anfitrión de un evento como el Mundial de Fútbol o los Juegos Olímpicos nos ratifican que el deporte es un idioma universal y un espacio de encuentro de la humanidad, sin distingo de raza, religión o condición social. Deportes como el fútbol conectan y llenan de alegría a cientos de millones de fanáticos con el juego, los triunfos e, incluso, hacen llorar en la derrota.

A pocos días del punto culmen del Mundial de Catar: la final y la elevación de la copa dorada por los campeones, nos embarga la ansiedad de las cábalas, y con familiares y amigos, hacemos gala, a plenitud, de la preferencia por el equipo que, en nuestro corazón, reemplaza a la tricolor en este Mundial.

Una de las características primordiales de esta edición 22° es que equipos tradicionalmente fuertes tuvieron apuros para pasar a la siguiente ronda, como Argentina que, en su primer partido, fue vencida por Arabia Saudita, una selección sin antecedentes destacados en el fútbol, lo que dio lugar a una infinidad de memes y burlas tanto por la sorpresa como por la fama y tradición futbolera argentina. Lo mismo pasó con Bélgica, clasificada en el puesto 2 del ranking de la FIFA, apabullada por Marruecos y, luego, eliminada, igual que Alemania.

Otra cara del Mundial la constituyen las noticias sobre las protestas de los deportistas por las restricciones y prohibiciones en el Estado de Catar, que han llevado a críticas por la vulneración de los derechos humanos de las mujeres, los migrantes, las personas LGBTIQ+, entre otros grupos poblacionales, al igual que las duras sanciones por la ingesta de licor, las muestras de afecto en público, el uso de ciertas prendas de vestir, etc.

Si analizamos también la escogencia de este pequeño, pero muy rico país de Medio Oriente, el procedimiento fue cuestionado tanto por su escasa tradición futbolística como por señalamientos de sobornos en medio del escándalo de la FIFA, que reveló el FBI en 2015, que condujo a renuncias y a condenas de su cúpula directiva.

Pero esta no ha sido la primera vez que un evento como este se ha visto envuelto en graves cuestionamientos políticos o de corruptela; en 1936, los Juegos Olímpicos de Berlín, organizados por Adolf Hitler, cuando presidía la dictadura nazi, fueron calificados como medio para realzar su imagen. Igualmente, sucedió con el Mundial de Fútbol de Argentina, de 1978, en medio de la dictadura militar del general Videla, cuando se pretendió mostrar un rostro sonriente de un país azotado por la injusticia y la represión. Este método de lavar la imagen de regímenes opresivos, a través del deporte, ha sido denominado sportwashing, como se explica en la docuserie de Netflix ‘Los entresijos de la Fifa’, que recomiendo ver.

Aún en momentos tan emocionantes para el mundo deportivo como este, además del gozo desmedido del aficionado, es necesario evitar que se utilicen estas gestas para maquillar problemáticas sociales al estilo del panem et circenses.

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