¿Independencia? - POR JOSÉ CONSUEGRA

La integración de la nación alrededor de un Estado centralizado, promovida por Simón Bolívar, perseguía como fin primordial mantener conectadas las regiones liberadas para garantizar su defensa ante las intenciones de reconquista de las potencias europeas dadas las debilidades propias de las nacientes naciones. En ese momento histórico era imprescindible no actuar separadamente; la fortaleza estaba en la unión. Ese ideal, lo concebía válido el Libertador para la Gran Colombia y todo el continente recién liberado y lo definía así: “El día de la América solo llegará cuando se integre en una sola nación”.

Pero hasta nuestros días, 200 años después de habernos liberado del yugo español, el centralismo ha traído consigo el crecimiento desequilibrado del país; con unas regiones pobres y un centro desarrollado y dominante en lo político, en lo económico y en lo social, desde donde se toman las grandes decisiones y se definen las políticas y planes que tienden a desconocer las necesidades locales promoviendo unas grandes brechas entre las regiones.

Incluso, a nuestro proceso de independencia se le impuso impronta centralista y se estableció como fechas patrias el 20 de julio de 1810, a pesar de que el 17 de febrero del año anterior la provincia de Casanare se declaró libre del dominio español y el 10 de julio de 1810 se protocolizó el acta de independencia del Socorro y su creación como Estado libre. También el 7 de agosto de 1819, sin duda, fue clave para la independencia, pero no le dio la libertad a todo el territorio nacional y solo hasta después de julio de 1821, con la capitulación y la salida de las últimas tropas españolas de Cartagena, se puede hablar de la verdadera liberación de la nación.

La historiadora Adelaida Sourdis lo detalla en su ponencia ‘El precio de la independencia: la población de Cartagena de Indias (1814-1816)’, al explicar que la ciudad heroica sufrió graves daños materiales, recesión económica, pobreza y perdió hasta la mitad de su población durante la lucha por la emancipación; situaciones similares vivieron Santa Marta y Riohacha. Pero pese a todo lo que sufrieron y lo determinante de su lucha, el centralismo las olvidó rápidamente y fueron subestimadas en los libros oficiales de enseñanza de la historia colombiana.

Son dos siglos de centralismo con severo menoscabo a la diversidad regional y con la imposibilidad de desarrollar plenamente nuestro potencial. Por esto, la importancia de abrir mayores espacios de descentralización con unidad nacional.

La región Caribe como un territorio con mayor autonomía, que tome decisiones basadas en diagnósticos propios de nuestras problemáticas, con la participación y veeduría constante de su gente es el camino pendiente de nuestra independencia del centralismo para empezar a acortar las diferencias con el centro andino del país, en la búsqueda de un desarrollo justo y equitativo que, finalmente, nos beneficie en condiciones igualitarias a todos, como habitantes de un mismo país.