Como si no fueran suficientes la violencia y las guerras que hemos sufrido durante 200 años de vida republicana, se agrega hoy la triste realidad de las redes sociales como medios para avasallar y aplastar al que piense o actúe diferente, lo cual promueve la intolerancia social en la que vivimos los colombianos.
Solo en los últimos 60 años, el conflicto armado en Colombia ha dejado 262.197 muertos y una nefasta cifra global de 8.376.463 víctimas, según el Centro de Memoria Histórica. Además, por la violencia interpersonal que, según la OMS, se asocia a determinantes sociales como un Estado de derecho deficiente, las desigualdades sociales, el desempleo, etc., entre 2008 y 2017 Medicina Legal reconoció 1.358.911 casos.
Los escenarios de comunicación social como Twitter, Facebook y Whatsapp, nacidos de la revolución digital, empeoran nuestra cultura pendenciera, facilitando la agresión verbal y escrita contra la honra de las personas. En estos espacios se actúa sin filtro ni control, y agrava la situación la facilidad de actuar en anonimato.
En esa interacción entre familiares, amigos, vecinos e incluso desconocidos que permiten las redes sociales, suelen lanzarse agravios y burlas por asuntos que van desde situaciones muy personales hasta temas de interés público, sin medir el daño que provocan. Por ello, es necesario implementar medidas que promuevan el respeto a la dignidad humana y la tolerancia a la diferencia.
Entre los casos recientes y muy sonados está el de la exreina universal Paulina Vega, quien, en el marco del debate electoral, expresó su aprecio por el entonces candidato Iván Duque, y ello fue el detonante para que recibiera una lluvia de agravios que la obligaron a cerrar su cuenta de Twitter.
Hace unos días, el padre Alberto Linero anunció su solicitud de retiro del sacerdocio y, de inmediato, cayó sobre él un aluvión de memes y ofensas. En buena hora también recibió mensajes de comprensión a su cansancio de la soledad.
También me impactó el enjuiciamiento en redes a la profesora universitaria Sandra Borda, luego de que se declarara consumidora recreativa en medio del debate por la prohibición de la dosis mínima de droga.
Al analizar estos tres casos, me pregunto por qué asuntos tan privados para cada uno de ellos, aunque sean personajes públicos, despiertan ese afán burlesco y hasta destructivo entre los colombianos.
Estoy en desacuerdo con estos fusilamientos virtuales sin abrir espacios para discutir con ideas y argumentos si Paulina tiene o no el derecho de expresar aprecio hacia un líder político, si hoy continúa siendo pertinente el celibato o si una mujer adulta como Sandra tiene autonomía para definir el libre desarrollo de su personalidad.
Hoy se hace necesario en nuestra sociedad utilizar de manera más propositiva las redes sociales para construir espacios de encuentro y reconocimiento mutuo, y no seguir acribillando virtualmente a los que piensan distinto o deciden para sus vidas rumbos que no compartimos. Es momento de reflexionar y cambiar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario