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viernes, 30 de septiembre de 2022

Sembrando futuro con educación

Intenta convencerla. No lo consigue. Su madre no quiere que ponga en riesgo su vida. Llueve y las improvisadas trochas de arena en el desierto de la Alta Guajira se vuelven peligrosas para transitar en moto, medio de transporte que utiliza su padre para llevarlo al colegio. Con una tristeza que no puede ocultar, Sebastián Freille, un niño wayúu de 12 años, se arma de coraje. Por segundo día consecutivo tendrá que aprender en casa, leer por su propia cuenta y guiar las tareas de sus hermanos menores.

“No me gusta faltar al colegio porque me atraso y luego, para ponerme al día, me toca pedirles los cuadernos a mis compañeros”, dice Sebastian, quien en la actualidad cursa séptimo grado. Lo que más le aflige es no poder aprender cosas nuevas, tener retrasos en el aprendizaje y alejarse de su propósito de convertirse en profesional.

“Mi sueño es graduarme. Estudiar la carrera de odontología y trabajar en el Centro de Salud de El Paraíso”, dice Sebastian. Y es que, en este extenso desierto de 8.200 kilómetros cuadrados, un territorio más grande que 75 países del mundo, y donde habitan cerca de 57 mil indígenas wayúu, no hay un solo odontólogo. Para tener acceso al servicio hay que viajar hasta Maicao, o hasta la capital del departamento, Riohacha, y él quiere ser el primero “para que ningún niño de su comunidad sufra de caries”.

Lograr sacar adelante su proyecto de vida no ha sido nada fácil. Primero fue la pandemia por COVID-19. Cerraron el colegio, y para Sebastian fue muy difícil estudiar a través de video llamadas. “Aunque trataba de concentrarme, era muy difícil, en casa hay muchas distracciones. Extrañaba mucho las clases de artística, también las de wayúunaiki y las de inglés, que son tan importantes para poder estudiar fuera del país, que es mi otro sueño”, confiesa Sebastián.

El cierre prolongado de escuelas y la falta de acceso a un aprendizaje de calidad durante la pandemia de COVID-19 expusieron y exacerbaron una crisis de aprendizaje preexistente que ha dejado a millones de estudiantes en todo el mundo sin habilidades básicas de aritmética y alfabetización. En el documento Dos años después: Salvando a una generación , UNICEF, Unesco y el Banco Mundial advierten que los niveles de aprendizaje son alarmantemente bajos, ya que se calcula que solo una tercera parte de los niños y niñas de 10 años del mundo pueden leer y comprender una historia sencilla.

Consiente de esta problemática que ha vivido en carne propia, uno de los días más felices de Sebastián fue cuando el colegio Jaibaren retomó las clases presenciales. Estudiar en estos territorios es un derecho que no tienen algunos niños y niñas de su comunidad debido a que deben contribuir a la economía familiar. Por ello, Sebastián está comprometido en recuperar el aprendizaje perdido, de ahí la tristeza que siente cuando se presentan obstáculos como las lluvias que afectan los caminos e inundan los colegios, impidiendo que niños y niñas puedan ir a estudiar.

Resolver los vacíos académicos es fundamental para Sebastian, y para ello es clave la labor de los docentes, quienes también deben reforzar los hábitos de estudio y las habilidades socioemocionales de los estudiantes. Por eso, UNICEF ha realizado un llamamiento a los gobiernos para que se comprometan a proporcionar a todos los niños y niñas una educación de calidad. “Instamos a que se realicen nuevos esfuerzos e inversiones para asegurar que existan las condiciones para que cada niña, niño y adolescente aprenda”, asegura Tanya Chapuisat, representante de UNICEF Colombia.

Por lo pronto, Sebastián seguirá estudiando con convicción para “ser alguien en la vida”, en su caso, el primer odontólogo wayúu de Bahía Honda, en la Alta Guajira.

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