Cúcuta, diario local. Ayer, mientras miles de cucuteños desesperados e iracundos buscaban de cualquier manera salir del increíble atolladero del tráfico automotor, el alcalde y el secretario de tránsito permanecían, tranquilos y desentendidos, en la tribuna de honor de la carrera, frente a las cámaras de televisión y de los fotógrafos.
La ciudad parecía embutida dentro de una botella. No había salida. No había entrada. El sol, inflamado de gasolina, reventaba 40 grados a la sombra. La gente corría embriagada por el sabor dulzón de los exostos. El comerció se detuvo. El aire se detuvo. Una sirena, embrutecida por el calor, aullaba como una perra en celo; como una ballena adolorida: una herida abierta. Eso era la ciudad: una herida abierta sobre el asfalto. Nadie sabía lo que pasaba. Los automóviles parecían hormigas de metal en fila india. El alcalde y su Semáforo Ardila posaban frente a las cámaras de televisión como si nada. La ciudad cerrada como un puño y ellos en tarima como bestias morbíficas en una ciudad desbaratada y entumecida por tanta improvisación. Un mundo sin horizontes. Una ciudad perdida. Cúcuta era un bello cielo al pie de la montaña. Ahora es una ciudad rota, con semáforos rotos, con la piel perforada por un escupitajo municipal.
Cúcuta, Facebook. Acabo de pagar 25 mil pesos por una carrera de taxi que normalmente cuesta $4.000. Pero resulta que todas las vías principales están cerradas por orden del señor alcalde, quien autorizó que se llevara a cabo un circuito ciclístico, no por una ruta establecida para esta actividad y así evitar el caos vehicular, no. ¡Por toda la puta ciudad! Duramos un ahora y 45 minutos desde el edificio Rosetal hasta las Torres del Parque.
Parece como si la ciudad fuera el mismísimo infierno. El calor, los temblores, el raponazo, las fuentes secas de los parques, la inseguridad, los despojos humanos, los árboles talados, los funcionarios que no rinden cuentas frente al Concejo porque saben que no tienen cómo justificar sus acciones; políticos que guardan silencio frente al caos para no perder el espaldarazo del alcalde. Nadie se quiere comprometer, y por eso, la ciudad apesta. Las calles apestan. El centro comercial apesta. La alcaldía apesta. Sus funcionarios apestan a cebolla. Y la ciudad sigue ahí: consumida, fumada, digerida, inyectada, bebida, violada, tragada, cagada, bostezada, escupida, estornudada, pateada, preñada, abortada, vuelta a violar mil veces por decreto y obligada a abortar de nuevo, y no hay ningún candidato a la alcaldía o gobernación que se pronuncie sobre una administración que convirtió a la ciudad en una inmensa caja registradora de uso personal.
Cúcuta, facebook. Yo salí a las 10 de la mañana de los Caobos para el Palacio de Justicia y tuve que ir hasta San Luis y luego hasta el hospital para llegar a la Gran Colombia con Guaimaral. Cuando llegué al Palacio eran las dos de la tarde, y ya no pude hacer lo que iba hacer. Luego tenía que salir para Villa de Rosario y ni se imaginan: bajé por la Guaimaral hasta San Eduardo, y de allí al puente La Gazapa, luego al Anillo Vial y por ahí pude ir hasta Villa del Rosario. Increíble que estos hp (honorables pensadores) que manejan el tránsito de la ciudad, no sean capaces de planear un evento de esos sin joderle la vida a nadie.
Madres que no pudieron llevar alimentos a los niños de escuela. Gente que no llegó a tiempo al trabajo. Citas aplazadas, medicamentos suspendidos, en un fin: un caos. Y nadie renuncia ni ofrece disculpas. Al contrario, la arrogancia de Semáforo Ardila ofende: “solo hubo choques de latas”. Y el alcalde: “definitivamente no se puede tener a nadie contento”. Y su organizador, Abelardo Rondón, regaña a los cucuteños porque en vez de quejarse por el trancón debieron “salir a ver a los deportistas y aplaudirlos”.
Cúcuta, Parque Santander. Hubieran avisado para que no hicieran clases hoy, o, hubieran declarado un día cívico. Todo a las patadas. Otra platica que se embolsillaron.





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