Por: Juan Carlos Quintero Calderón
En épocas de crisis la mayoría de las
empresas prepara su arsenal para que la marca permanezca presente en la mente
del cliente y enfocan la energía de los equipos en la venta buscando la mayor
cantidad de dinero de los compradores. Pero, esa acción que es el común
denominador no da resultados porque a la gente no le gusta que le vendan nada,
a ellos les gusta comprar.
Para comprobarlo le invito a que
responda las siguientes preguntas: ¿Cómo llegó a usted el carro que conduce, el
Smartphone que utiliza, la camisa que tiene puesta o la fragancia que se aplicó
esta mañana? Con seguridad las opciones que mencionará serán: “me lo compre” con
un 80% de las respuestas, un 15% “me lo reglaron” y el resto está entre “me lo gane”,
y hasta, “me lo encontré”. Pero, ¿dónde está la respuesta: “me lo vendieron”?.
La anterior es solo una de las
consideraciones que debe hacerse para cambiar la estrategia comercial. Otra
consideración, es que quizás lo que la gente compra no es necesariamente lo que
usted vende, pues, puede ser que usted venda relojes pero no todos los clientes
los compran para medir el tiempo, habrá el que lo compre porque le da estatus y
otro porque practica el buceo o escala montañas y necesita saber los metros de
profundidad o altura a los que se encuentra. A lo mejor si usted vende comidas
rápidas, la gente no le compre el producto solo para alimentarse o por precio,
a lo mejor existirá quien lo hace porque el establecimiento da la sensación de
seguridad, estatus o porque le mejora la autoestima gracias a su contenido
nutricional. Así que hay que revisar también esa estrategia, pues, una cosa es
lo que el cliente compra y otra lo que usted vende.
La última consideración es que quizás
usted no vende lo que la gente desea comprar. Ese planteamiento surgió en días
pasados cuando me invitaron a conocer un nuevo establecimiento y después de
hacer el recorrido me atreví a decirle a la anfitriona que nada de lo que
vendía me gustaba y, a pesar de no ser experta en negocios me respondió, “de
hecho a mí tampoco y no compraría nada” y luego de darme las gracias por la
sinceridad concluyó “lo que vendo debe gustarle a mis clientes y no a mí”. Y
ese es el último cambio que hay que implementar, apartarse de los gustos personales
y pensar con la cabeza de los clientes, qué les gusta, qué está de moda, cuál
es la tendencia y así logrará siempre sonrisas en los compradores y mejores
rendimientos a su inversión.
Olvídese de vender, recuerde que a la
gente no le gusta que le vendan nada, que los clientes no compran productos o
servicios; compran beneficios, y que si logra apartar de su negocio sus gustos
personales podrá satisfacer mejor los gustos de los clientes. Con estos tres
elementos podrá reformular su estrategia y decidir: si le sigue ofreciendo los clientes lo mismo que le han comprado por
años, o si debe cambiar el segmento de compradores para incursionar en nuevos
mercados, o si cambia la forma en que presenta la oferta a los compradores. La
decisión está en sus manos, no hay garantía de éxito en ninguno de los tres
caminos, solo adáptese al mercado y el éxito estará a su alcance.
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