Gozar y cuidar el Carnaval, nuestro patrimonio - Por: José Consuegra - Rector Unisimón

A este patrimonio vivo que lleva en su esencia la heredad de la trietnia dada en la colonia, con las costumbres europeas, los rituales africanos y las tradiciones festivas indígenas, se le sumaron, con el paso del tiempo, desde finales del siglo XIX, los aportes de los migrantes que encontraron aquí un hogar y nos nutrieron con su acervo cultural.

Más allá del reconocimiento motivacional otorgado por la Unesco al declararlo, en 2003, Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, el Carnaval de Barranquilla hace parte del ADN de los barranquilleros propios y por adopción. Es un espacio vivencial y temporal en el que se ponen en suspenso la cotidianidad, las preocupaciones y los problemas para darle rienda suelta a la alegría, el jolgorio, la integración social y el disfrute de las manifestaciones culturales propias de nuestra región, cultivadas por los actores y hacedores de la carnestolenda de generación en generación.

A este patrimonio vivo que lleva en su esencia la heredad de la trietnia dada en la colonia, con las costumbres europeas, los rituales africanos y las tradiciones festivas indígenas, se le sumaron, con el paso del tiempo, desde finales del siglo XIX, los aportes de los migrantes que encontraron aquí un hogar y nos nutrieron con su acervo cultural. El Carnaval de Barranquilla se alimentó, igualmente, de las festividades de los municipios localizados en las riberas de los ríos Magdalena, Sinú y Cesar, y ha ido apropiándose de creaciones modernas influenciadas por la evolución cultural.

Como lo advierte el estudio realizado desde el Doctorado en Sociedad y Cultura Caribe, de la Universidad Simón Bolívar, es propicio, aún en pleno gozo del Carnaval de Barranquilla 2025, empezar a establecer estrategias para la continuidad de las tradiciones de las carnestolendas con un soporte académico sólido que documente su evolución y refuerce la memoria colectiva.

En el Plan de Salvaguarda del Carnaval de Barranquilla, adoptado en 2015, se diagnosticó, por ejemplo, la falta de equilibrio entre el estímulo a los hacedores y los costos en que incurren en la festividad, la saturación de publicidad de marcas comerciales sin respeto por las manifestaciones folclóricas tradicionales, el riesgo de exclusión de la participación comunitaria en eventos centrales, entre otros.

Si bien esta hoja de ruta que definió acciones de corto, mediano y largo plazo, es sometida a revisión continua, con el desarrollo de estrategias para su cumplimiento, incluso, con fallos de la jurisdicción contenciosa administrativa, es menester que, como miembros activos de la ciudadanía, nos apropiemos del objetivo de la conservación y el respeto por los valores tradicionales para permitirle a las generaciones futuras la oportunidad de su gozo pleno.