De manera acertada, el alcalde neoyorquino Eric Adams manifestó que durante la última década se ha podido observar cuán adictivo y abrumador puede ser el mundo en línea, “exponiendo a nuestros niños a un flujo continuo de contenido dañino y alimentando nuestra crisis nacional de salud mental juvenil”. Inclusive, ha comparado sus consecuencias con las que provocan las drogas y las armas.
La comunicación instantánea, la interacción social amplia, la divulgación eficaz, el acceso a la información y la integración ciudadana a la conversación global sin barreras y con la condición única de contar con un dispositivo y una conexión a internet, son algunas de las oportunidades y las ventajas que trajo consigo la invención de las redes sociales; sin embargo, su uso permanente, malintencionado y descontrolado nos ha mostrado su cara perversa y dañina que induce a problemas de adicción, a la agresión interpersonal, a la calumnia, a la mentira, que impactan negativamente en las relaciones interpersonales, en los estados de ánimo, en las actitudes y comportamientos, en los valores humanos e, incluso, en la promoción de serias afectaciones mentales, en especial entre la población más vulnerable: niños y jóvenes.
Por ello, no es para nada descabellado que la ciudad de Nueva York haya tomado la decisión de demandar a las compañías dueñas de las grandes plataformas de redes sociales Facebook, TikTok, Instagram, Snapchat y Youtube con el probado argumento de que están alimentando “una crisis de salud mental juvenil”, algo que también se ha denunciado en otros países.
El proceso jurídico fue interpuesto ante la Corte Superior de California, el estado donde tienen sede la mayoría de estas empresas, por los cargos de negligencia grave y alteración del orden público. Nueva York está exigiendo la implementación de nuevas políticas en estas empresas para evitar una mayor afectación, al igual que la financiación de programas de salud mental juveniles para resarcir el daño causado.
De manera acertada, el alcalde neoyorquino Eric Adams manifestó que durante la última década se ha podido observar cuán adictivo y abrumador puede ser el mundo en línea, “exponiendo a nuestros niños a un flujo continuo de contenido dañino y alimentando nuestra crisis nacional de salud mental juvenil”. Inclusive, ha comparado sus consecuencias con las que provocan las drogas y las armas.
Anteriormente, grupos de familias y distritos escolares en ese país han interpuesto demandas contra estos gigantes tecnológicos para tratar de evitar que sigan poniendo en manos de niños y jóvenes productos potencialmente dañinos, diseñados precisamente para provocar adicción y cuyo uso carece de controles efectivos.
Es preciso sumarnos a este tipo de iniciativas, exigir los controles oficiales debidos y la regulación que ameritan las redes sociales, y, sobre todo, empezar a ejercer los controles en nuestros hogares para proteger a la familia.
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