Quienes nos dejamos envolver por el espíritu festivo, le abrimos el corazón a la alegría navideña y procedemos al gozo familiar, dando inicio a la desconexión laboral y preparándonos para el descanso vacacional, por lo que, de manera espontánea y natural, el alma se alegra y el cuerpo se dispone al disfrute gastronómico, musical y rumbero para darle el mejor cierre al año que termina.
En la región Caribe, las refrescantes ventoleras, el cielo brillante, las canciones navideñas en las emisoras y las sonrisas a flor de labios de todos, nos avisan, como preludio alegre, que llegaron las fiestas decembrinas. Quienes nos dejamos envolver por el espíritu festivo, le abrimos el corazón a la alegría navideña y procedemos al gozo familiar, dando inicio a la desconexión laboral y preparándonos para el descanso vacacional, por lo que, de manera espontánea y natural, el alma se alegra y el cuerpo se dispone al disfrute gastronómico, musical y rumbero para darle el mejor cierre al año que termina y fijarnos loables propósitos renovados para el próximo.
Después de haber gozado el pasado viernes del sabroso amanecer de la ‘fiesta de las velitas’, que se conmemora en honor al dogma católico de la inmaculada concepción de la Virgen María, declarado el 8 de diciembre de 1854 por el Papa Pío IX, en la carta pontificia Ineffabilis Deus, nos alistamos para la tradicional fiesta familiar navideña.
La Navidad es una fiesta introducida por el cristianismo en la cultura occidental para rememorar el nacimiento de Jesús. Otra de las versiones sobre sus orígenes está relacionada con el antiguo festejo del solsticio de invierno, datado entre 200 y 300 años antes de Cristo, en el que los romanos adoraban a Saturno, dios del tiempo y la agricultura considerado, además, el rey de los dioses. Esa celebración incluía intercambio de regalos, decoración de las casas con plantas, iluminación con velas, entre otras actividades que se asemejan a las acostumbradas en los tiempos actuales en las fiestas cristianas.
La figura de Papá Noel, ligada a la Navidad, idealiza al obispo del siglo IV, San Nicolás de Myra (ciudad de Turquía) o San Nicolás de Bari (donde están sus restos en Italia), reconocido por su dadivosidad y protección a los necesitados. Con el paso del tiempo, se convirtió en la leyenda del anciano que reparte obsequios a los niños de todo el mundo durante la Nochebuena.
Así mismo, la celebración del año nuevo entró en vigor en el mundo occidental desde 1582 cuando se acogió el calendario gregoriano, propuesto por el papa Gregorio XII para corregir las inexactitudes que tenía el juliano (del emperador Julio César), y que fijó el primero de enero como el primer día del año. Por lo tanto, el cierre de cada anualidad empezó a hacerse cada 31 de diciembre.
Aprovechemos al máximo estas fiestas decembrinas, con su fulgor y alegría, esforcémonos en mirar el lado bueno de la vida y compartamos con amor con nuestros seres queridos, quienes, sin duda, son nuestro mayor patrimonio.
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