La muerte, a través del homicidio o el suicidio, no puede seguir siendo asumida como solución a los problemas personales o de relacionamiento interpersonal. La vida del ser humano es su mayor patrimonio y hay que salvaguardarla bajo cualquier circunstancia.
Aun pretendiendo abstraerse de la triste realidad que vive la sociedad, para salvaguardar nuestra salud mental, es imposible no sentir aflicción y dolor por hechos de violencia como los registrados recientemente por los medios de comunicación, que evidencian la escasa valoración que le dan a la vida quienes los cometen.
El doloroso caso de Edwin Arrieta, cirujano plástico cordobés asesinado y desmembrado en Tailandia, ha causado gran conmoción por la sevicia de Daniel Sancho, quien asumió la autoría de este crimen execrable. Es lamentable la frialdad que se le percibe al señalado asesino tanto en las imágenes divulgadas como en los detalles entregados a las autoridades y a los medios, a pesar de que los dos compartían cercanía.
Igualmente, el feminicidio de la insigne patinadora Luz Mery Tristán, del cual se señala a su compañero sentimental, con quien planeaba casarse en octubre. Ha sido un hecho impactante no solo por tratarse de una deportista excelsa sino por la connotación de feminicidio atribuida al crimen.
Frente a estos sucesos hay diversas interpretaciones desde la ciencia. En cuanto al presunto homicida del cirujano, expertos deducen que su actitud se relaciona con un “perfil racional”, sin algún tipo de trastorno, debido a la premeditación del crimen y a su conducta posterior; aunque otros han señalado que pueda que aún no sea plenamente consciente de lo que ha hecho o que se encuentre en lo que llaman “estado crepuscular”. En cuanto al feminicida de la deportista, según la Fiscalía, previamente habría infligido actos de violencia física y psicológica contra la víctima.
Además de estas expresiones de violencia irracional, también es preocupante la elevación de las tasas de suicidios como consecuencia de angustia, sentimientos de desesperanza e impotencia, estados de nerviosismo o depresión, situaciones que se pudieran solucionar con atención especializada, pero lamentablemente solo se tiende a validar la muerte como salida, o sea, la autodestrucción ante las limitaciones para superar dichos estados de ánimo. Según la OMS, a nivel mundial, cerca de 703.000 personas se quitan la vida anualmente, con enorme afectación en la población joven; de hecho, esta fue la cuarta causa de muerte en el grupo etario de 15 a 29 años.
La muerte, a través del homicidio o el suicidio, no puede seguir siendo asumida como solución a los problemas personales o de relacionamiento interpersonal. La vida del ser humano es su mayor patrimonio y hay que salvaguardarla bajo cualquier circunstancia.
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