Ahora es trascendental garantizar el bienestar de estos cuatro niños, cuyo legado ancestral indígena les permitió superar esta dura prueba a la que difícilmente sobreviviría alguien sin sus conocimientos y valentía. Valorar nuestros orígenes y los saberes ancestrales y entender que debemos encontrar los métodos para conectarlos con el conocimiento científico, son, sin duda alguna, grandes lecciones que nos deja este suceso con características milagrosas.
La aparición, luego de cuarenta días perdidos en la selva amazónica, de los cuatro niños Mucutuy, hijos de Magdalena, quien pereció en el accidente de avión en el Guaviare, trajo consigo una diversidad de hipótesis sobre su supervivencia y su hallazgo entre la opinión pública, especialmente quienes estuvimos pendientes y siempre guardamos la esperanza de que fueran localizados con vida.
Los testimonios de los participantes en la búsqueda dan fe de la importancia que tuvo la camaradería entre ellos y la integración de saberes: el conocimiento desarrollado por nuestros pueblos indígenas y los avances científicos y tecnológicos. Además, la fe de los rescatistas y los deseos de vivir de los niños.
En el éxito de la misión fueron claves la dedicación y la destreza del binomio entre comunidades indígenas y militares, quienes, trabajando de manera mancomunada, no descansaron hasta rescatar a los menores sanos y salvos. Lograron sortear el inhóspito ámbito selvático, donde los árboles sobrepasan los 40 metros de altura, por lo cual la visibilidad es prácticamente nula; soportaron hasta 18 horas diarias de lluvia y recorrieron más de 2500 kilómetros lineales de selva, según lo divulgado por medios de comunicación. Por ello, resultan naturales afirmaciones tales como: “las brújulas no funcionan en ese lugar” y “mirar esa selva es como mirar el cielo, es un espacio que nunca termina”, expresadas por el dirigente indígena Fabián Mulcue, a BBC Mundo.
Este episodio trágico, pero que también nos ha llenado de emoción hasta el llanto, nos ratifica no solamente a los colombianos sino al mundo entero la importancia del ecosistema selvático en el equilibro de la naturaleza y la supervivencia de la raza humana. También, se pudo ratificar el abandono de la Amazonía, las precariedades que sufren los pueblos indígenas, además de la violencia e inseguridad producto de la presencia de grupos armados al margen de la ley. De hecho, la familia de los menores hallados huía desde la comunidad de Araracuara, en espera de encontrar mejores condiciones de vida en San José del Guaviare.
Ahora es trascendental garantizar el bienestar de estos cuatro niños, cuyo legado ancestral indígena les permitió superar esta dura prueba a la que difícilmente sobreviviría alguien sin sus conocimientos y valentía. Valorar nuestros orígenes y los saberes ancestrales y entender que debemos encontrar los métodos para conectarlos con el conocimiento científico, son, sin duda alguna, grandes lecciones que nos deja este suceso con características milagrosas.
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