Creo que las actuales generaciones son sumamente fuertes, han sabido sobreponerse a fenómenos globales como la cuarta revolución industrial, el cambio climático, pandemias, la desigualdad social, los conflictos y las migraciones forzadas, etc. A los jóvenes no debe atribuírseles exclusivamente el avanzado deterioro de los valores humanos: ellos aprenden lo que observan de sus padres.
El pasado viernes asistí al colegio de mi hija para participar en una velada cultural protagonizada por los estudiantes para sus padres. Procuré llegar muy temprano para sentarme cerca del escenario. Al entrar al teatro, estaba semivacío, pero al pretender sentarme, me llevé la ingrata sorpresa de que casi todos los puestos estaban “reservados”. Muchas familias habían enviado a uno de sus miembros o a trabajadores domésticos a guardarles los puestos, irrespetando el derecho de los que llegaban a tiempo. Buena parte de las sillas reservadas se ocuparon después de iniciado el evento. ¿Será esta una buena enseñanza para los niños?, ¿como familias estamos asumiendo nuestras responsabilidades?
“…la relación entre la familia y la escuela es primordial, es básica, nodal, en efecto ontológica, ya que, por definición, es la familia la responsable de la educación desde el principio de la vida”, dice con acierto el exministro de Educación de Francia, Jean Michel Blanquer, en su libro ‘La escuela de la vida’.
Hoy, el hogar no puede seguir viviendo en las antípodas de la escuela y de la misma sociedad, sino que debe involucrarse en los procesos educativos y, aún más allá, asumir realmente su condición de educador primordial, de primer formador de los niños.
¿Cuál ha sido el aporte de cada uno de nosotros a la crisis de valores? y ¿qué podemos hacer para revertir sus efectos?, son dos interrogantes con los que podemos autoanalizarnos ya que es egoísta hacernos a un lado para dejarle la responsabilidad solamente a la escuela. La formación en valores ciudadanos y el respeto a los derechos ajenos son inherentes a la familia y se complementan en la escuela. Es necesario construir espacios educativos y pedagógicos para el trabajo mancomunado familia-escuela desde edades tempranas.
Creo que las actuales generaciones son sumamente fuertes, han sabido sobreponerse a fenómenos globales como la cuarta revolución industrial, el cambio climático, pandemias, la desigualdad social, los conflictos y las migraciones forzadas, etc. A los jóvenes no debe atribuírseles exclusivamente el avanzado deterioro de los valores humanos: ellos aprenden lo que observan de sus padres.
Enseñar con el ejemplo es, a mi juicio, un método infalible para el buen desarrollo de las nuevas generaciones, para inculcar valores y construir, desde la base, esa mirada humanista y corresponsable de los derechos de los demás, tan necesaria en estos tiempos de crisis social. No sigamos enseñando mal a nuestros hijos, demos el mejor ejemplo sin guardadores de puestos.
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