Una de las actividades caseras que me relajaba y me permitía superar el estrés laboral era acompañar a mi señora al supermercado. Me encanta observar la gran diversidad de frutas y verduras, y escoger las más gustosas para mi familia. El pasado lunes, al corresponderme el día de ‘pico y cédula’, fui de compras y qué experiencia tan diferente: miradas tristes, silencio sepulcral, actitud agreste a la cercanía, y desconfianza.
Regresé a mi casa angustiado, a seguir cumpliendo la cuarentena obligatoria. ¡De qué manera radical nos ha cambiado la vida! ¿Volveremos a la normalidad? ¿Cuál será la normalidad de aquí en adelante?
El COVID-19 será una enfermedad prevalente y mientras no exista una vacuna nos seguirá atropellando. Así que su propagación solo se limitará con el distanciamiento social; es duro, complejo y nos resulta insoportable, pero debemos cumplirlo. Por ello, es coherente y acertado que la medida de aislamiento preventivo continúe en Colombia, como lo determinó el Gobierno Nacional, pues lo contrario supondría mayor riesgo de contagio y, por supuesto, un aumento del número de víctimas de la pandemia.
Las decisiones gubernamentales están basadas en los análisis epidemiológicos y en los conceptos de los académicos y científicos. Estos expertos expresan que el país aún no ha llegado al pico de morbilidad y que la situación pudiera empeorar.
Por otra parte, también es sumamente preocupante el impacto económico que está produciendo en toda la sociedad la suspensión de las actividades productivas, principalmente para quienes dependen totalmente de ello para subsistir. Por esto, es necesario que la reapertura de los sectores de la construcción y la industria manufacturera cumpla con los protocolos sanitarios requeridos para controlar los riesgos y se pueda continuar poniendo en movimiento al resto del sector productivo.
Es importante no olvidarnos de quienes requieren del apoyo gubernamental y la solidaridad social para sobrevivir, por sus condiciones de pobreza. Es escandalosa la proyección del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas que apunta a que, a causa de la pandemia, el número de personas en inseguridad alimentaria pasaría de 135 millones a 2019 a 265 millones a finales de 2020.
Por el momento, nos atañe ser realistas y adaptarnos a la nueva ‘normalidad’ para la preservación de la salud de todos, pues lo previsto es que las medidas resultarán efectivas si son aplicadas de forma sostenida y con la participación responsable e inteligente de toda la población.
Otra calamidad son los efectos del confinamiento obligatorio en la salud mental. Se hace necesario brindar el respaldo afectivo a nuestros familiares y amistades que lo requieran, así como acudir al apoyo especializado, si es necesario; en buena hora, muchos psicólogos y psiquiatras están ofreciéndolo voluntariamente.
La vida ya cambió, ahora nos toca el turno de entenderla y amoldarnos a las nuevas circunstancias y promover cambios que nos permitan superar los estragos de esta pandemia.
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