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martes, 31 de marzo de 2020

El Prado centenario- POR: JOSÉ CONSUEGRA


Tuve el privilegio de vivir varios años de mi niñez en el barrio El Prado, en casa de mis abuelos maternos, y recuerdo con cariño mis vivencias en los amplios antejardines y patios de las casas del vecindario, llenos de frondosos árboles frutales y hermosas plantas ornamentales. Hoy, agradezco al destino que diariamente tenga que recorrerlo para llegar a mi oficina y poder reconocer y revivir esos gratos recuerdos.

El barrio El Prado, aún hoy, conjuga las condiciones ideales para residir o trabajar: calles amplias, áreas peatonales adecuadas, bellas construcciones llenas de historia, exuberante arborización, en fin, un tesoro urbanístico.

Este ícono de la ciudad cumple 100 años de haber sido fundado por Karl Parrish como un proyecto residencial que permitiese una calidad de vida óptima y fuera líder y ejemplo del polo de desarrollo urbanístico de la ciudad en el siglo XX. Fue visionado como un barrio organizado, moderno, de buen gusto y articulado al ambiente tropical, con amplias avenidas, mansiones solariegas de balcones vistosos, terrazas imponentes y generosas zonas verdes. Durante varios decenios fue la barriada más importante de la ciudad y la región; sin embargo, con el paso del tiempo, los hijos de los residentes del barrio emigraron a nuevos suburbios donde predominan los edificios y centros comerciales. De ser exclusivamente residencial pasó a albergar oficinas, instituciones educativas, empresas de servicios, entre otras, que en buena hora, han adoptado misionalmente su conservación.

Si bien hoy es evidente el crecimiento de problemáticas como la invasión del espacio público y la constante congestión vehicular del sector, El Prado conserva intactas muchas de sus cualidades. Dar un paseo por sus calles para admirar su arquitectura, hablar de su historia y departir en un parque, a la sombra de sus árboles, siempre será un plan inigualable.

Mi padre José Consuegra Higgins fue promotor de la conservación del sector desde la fundación de la Universidad Simón Bolívar, en 1973; tarea heredada con gran pasión y dedicación por mi hermano Ignacio. Este compromiso es palpable en las sedes de pregrado y posgrado, el teatro universitario y La Casa de la Cultura La Perla, que son sostenidas y cuidadas por la alma mater.

Es importante que las autoridades distritales y nacionales sigan promoviendo el Plan Especial de Manejo de Protección (PEMP), aprobado en 2018 como una herramienta que facilita la protección de los Bienes de Interés Cultural que, para el caso de esta zona de El Prado, cobija acciones tales como la conservación de los inmuebles, recuperación de monumentos, restauración de jardines y antejardines, preservación de especies de flora, etc.

El Prado es un patrimonio arquitectónico y cultural de la ciudad y el país y, como tal, tenemos el deber de valorarlo y conservarlo. Es uno de los cofres que guardan nuestra identidad, una hermosa heredad que dará testimonio a las nuevas generaciones de que sí es posible compaginar la modernidad con la conservación del patrimonio arquitectónico y cultural.

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