Las grandes oportunidades que pierde nuestro departamento al no aprovechar todo su potencial agroindustrial impactan negativamente en capacidades trascendentales como la productividad y la competitividad. Por ello, en el Atlántico se hace necesaria una revolucionaria política pública del sector agro, que lo dinamice y lo conduzca a mejores niveles de utilidad y rendimiento para que funja como generador de mayor empleo, provisión alimentaria y motor importante de nuestro desarrollo económico y social.
Es esperanzador y promisorio que la gobernadora del Atlántico, Elsa Noguera De la Espriella, haya tomado la decisión de ubicar este sector como uno de los pilares fundamentales de su programa de gobierno, con estrategias de acción puntuales en infraestructura y tecnología como sistemas de riego, reservorios o parques agrícolas y el impulso de cadenas productivas en agricultura, avicultura, ganadería, piscicultura y silvicultura; promoción de la cultura empresarial y acceso a financiación.
El Departamento es rico en fuentes hídricas pues, además del río Magdalena y el Canal del Dique, cuenta con nueve ciénagas y complejos de humedales como el Embalse del Guájaro, las ciénaga del Totumo, de Luruaco, de Tocagua, de Malambo y Sanaguare, que suman un volumen cercano a 454 millones de metros cúbicos de agua, que cubren 21.697 hectáreas (datos del Ideam). El Atlántico fue uno de los máximos productores de tomate en el país hasta finales de la década de los 90 y tuvo una fructífera industria algodonera con más de 4.000 hectáreas sembradas, entre otras áreas en las que se ha destacado históricamente.
Una fortaleza actual del Departamento es el desarrollo de la investigación científica e innovación a través de las universidades, que han venido impulsando proyectos de tecnificación y modernización en poblaciones que históricamente han derivado su sustento de estas actividades. Es el caso de la Universidad Simón Bolívar, que cuenta con grupos de investigación con líneas de trabajo en productos nutracéuticos, apalancamiento de la capacidad productiva de productores y transformadores de frutas y hortalizas mediante tecnologías limpias, por ejemplo, la producción y comercialización del bocadillo, al igual que el cultivo de bocachico en cuerpos de agua de poca profundidad, la tecnificación de la producción de quesos artesanales, entre otros.
El desarrollo agroindustrial no debe deslindarse jamás de la protección y sostenibilidad de los recursos naturales, mucho menos en estos tiempos en los que se han hecho más evidentes los efectos de la acción antrópica en el medioambiente, con una alta deforestación de los bosques, contaminación de fuentes hídricas y mala utilización de los suelos. Un informe del IGAC (2016) da cuenta de que el 72,4% de los suelos atlanticenses presenta un uso inadecuado: 48,8% por subutilización y 23,6% por sobreutilización.
El reto de la modernización de este sector es grande, pero estoy seguro de que con la capacidad de gestión de la gobernadora, podremos ser la despensa agrícola del Caribe.
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