En la vereda El tejar, ubicada a media hora de la cabecera municipal de Silvia, municipio del Cauca, una idea de negocio se tejió desde el orgullo de pertenecer al pueblo indígena Misak y la visión de un microempresario, Wilson Calambás, a quien salir de su resguardo hacia la capital del país le abrió la mente para regresar luego a su comunidad a emprender, destacando el arte y la cosmogonía de su etnia, con lo que le dio vida a su ‘Almacén y confección Misak Srailø, Tejidos Misak’.
La ONU celebra cada 27 de junio el Día de las Microempresas (las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas - MIPYMES) para generar conciencia sobre su contribución en el desarrollo sostenible y la economía global, con el propósito de destacar la importancia de crear oportunidades para su crecimiento y consolidación, especialmente en zonas vulnerables, como muchos rincones de Colombia donde la creación de una microempresa representa el sustento de una familia y el desarrollo de toda una comunidad.
Es el caso de Wilson y su familia, quienes fabrican y vende artesanías, además de prendas propias de su comunidad, elaboradas por ellos mismos a partir de los conocimientos heredados de sus ancestros y que se siguen transmitiendo de generación en generación. En ese sentido su negocio ha ido creciendo en gran parte por contactos y alianzas que Wilson ha hecho, la participación en ferias como las de la Asociación Colombiana de Agencias de Viajes y Turismo (ANATO), sus ventas por redes sociales y, recientemente gracias a un amigo de su comunidad que vive en Estados Unidos, hizo su primer envío hacia ese país.
Wilson es beneficiario del programa Emprendimientos Productivos para la Paz (EMPROPAZ), una iniciativa que es liderada por Bancamía, en alianza con USAID, la cual busca impulsar el fortalecimiento de empresas y el nacimiento de nuevos negocios, específicamente en 92 municipios de 17 departamentos, afectados por la violencia y la pobreza, donde se han impactado a 194.000 personas con formación especializada y procesos de inclusión financiera en condiciones especiales.
“En estos casi 15 años nos hemos interesado por entender a los microempresarios, conocer de primera mano sus condiciones sociales, identificar de forma clara sus limitaciones, y así, en adelante, cómo desde nuestra oferta de valor proponemos resolverlas. La inclusión financiera debe partir de una amplia mirada, hay que ir más allá de lo financiero, como lo hemos hecho con Wilson, porque solo así nuestro modelo de acompañamiento podrá tener una mejor tasa de éxito que redunde en un mejoramiento de su calidad de vida”, explica Viviana Araque Mendoza, presidenta ejecutiva de Bancamía.
A partir del acompañamiento a través de EMPROPAZ, Wilson cuenta que implementó un libro contable para tener control de sus ingresos y egresos, desarrolló estrategias de mercadeo para generar contactos y dar a conocer sus productos en otros municipios del Cauca como Piendamó y Cajibió, a través de ferias departamentales, pero también en otras ciudades como Barranquilla, Armenia y Bogotá, a donde envía mercancía, especialmente mochilas, gracias a las redes sociales.
De hecho, la comunicación con sus clientes en Colombia y otras partes del mundo ha sido posible con un computador que compró por medio del crédito de fortalecimiento al que accedió con Bancamía, el cual también invirtió en máquinas para hacer los procesos de confección de la indumentaria tradicional de una manera más tecnificada dentro de su Resguardo de Guambía, en el que habitan 13.000 Misaks, con el objetivo de ahorrar tiempo, especialmente en las épocas del año donde tiene más pedidos.
Adicionalmente, adquirió materia prima para cumplir con los pedidos que tenía y también poder ofrecer más productos, de los que se siente orgulloso porque allí las personas pueden entender su cosmogonía como pueblo indígena a partir de los diseños, colores y técnicas empleados. Y viendo el valor y el interés que esto genera, Wilson identificó un servicio turístico que ahora ofrece, denominado la ‘Ruta del Tejido Misak’.
“Obtener un crédito nos fortaleció porque teníamos muchas cosas para ofrecer, pero nos hacía falta el recurso para seguir creciendo. A veces teníamos mucho pedido, pero quedábamos mal porque necesitábamos materia prima y una fileteadora para coser de manera más rápida el traje del Misak que nuestros mayores lo hacían a mano y quita bastante tiempo. Las capacitaciones me fortalecieron mucho en lo familiar, ver que mi esposa era un gran apoyo también en el negocio, y en la parte contable, administrativa y el mercadeo que me sirvió mucho, incluso lo replicaba a otros compañeros”.
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