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lunes, 1 de agosto de 2022

INVESTIGADORES UNISIMÓN BUSCAN DISMINUIR EFECTOS DEL DUELO

La pandemia por COVID-19 no solo ha dejado un alto registro de muertes. Como consecuencia del confinamiento, muchas de las realidades, entre ellas la vivencia del duelo, experimentaron un cambio que hoy es objeto de estudio y validación por parte de la psicóloga Marlen Karina Fernández, investigadora del programa académico de Psicología de la Universidad Simón Bolívar junto con Blanca Elizabeth Puerta, psicóloga en formación de octavo semestre de la Institución de Educación Superior.

La meta de las académicas consiste en aportar un instrumento psicológico de ayuda que contribuya a identificar la vivencia del duelo poscovid, facilite la intervención de los casos y finalmente, favorezca la salud mental de las personas.

“La muerte y las pérdidas de un ser querido siempre van a generar sufrimiento. Nunca estamos preparados para ese tipo de situación y la pandemia nos enfrentó a lo inesperado. Muchas cosas cambiaron, sobre todo en el tema de los rituales. Entre otras, se omitió el proceso de despedida y no hacerlo afectó la salud mental”, aseguró la profesora Fernández.

Un caso puntual fue el de la funcionaria pública Suli Vivas, quien durante el confinamiento perdió a su hermano mayor a causa de la COVID-19, tras la muerte de su papá y luego de su mamá, con pocos días de diferencia. Tanto ella como sus demás hermanos dicen que “se enfermaron de tristeza y aún no han asimilado la ausencia.”

Otro caso en particular sucedió en la familia de Andrea Quiñones, comunicadora social y fundadora de la ONG Moiras, luego del fallecimiento de dos de sus tías, casi una tras de otra. “Realmente no lo entendimos. Siento que un año y medio después, seguimos comprendiendo. En ese momento se reciben, como se reciben las tragedias: en ‘shock’. Es algo de lo que nunca vamos a lograr reponernos aunque la vida continúe”, dijo apesadumbrada.

Estos son solo dos referentes de innumerables casos en los que la COVID-19 resquebrajó grupos familiares enteros, dejando a quienes lo superaron, o no se contagiaron con el virus, sin la posibilidad de expresarles unas últimas palabras a sus familiares. En ese sentido, la investigadora Fernández precisó que “la COVID-19 no solo nos mostró una concepción diferente de la muerte sino también de la vida.”

Intervenir desde la psicología

De cara a estas manifestaciones que no son aisladas, respecto de la investigación que se adelanta en la Unisimón, la estudiante Blanca Elizabeth Puerta explicó que “a través del instrumento propuesto nombrado ‘Escala integral del duelo’ se pretende evaluar cuatro áreas o dimensiones que en este momento se están viendo afectadas: la conductual, la cognitiva, la emocional y la fisiológica social.”

La psicóloga en formación añadió que “se busca detectar cómo puede llegar a darse una afectación, sea superficial o profunda en cada una de esas dimensiones, partiendo de que todos somos seres sociales. Es así como se está consolidando este instrumento con el que se trata de medir en qué nivel y qué tanto nos afectó, para ayudar a las personas, no solo luego de la COVID-19 sino en otros tipos de duelo.”

Fernández reafirmó este concepto, indicando que “como profesionales de la psicología tenemos una gran labor y misión: saber cómo podemos ayudar y garantizar la salud mental; tenemos unos retos pospandemia que implican procesos de readaptación.”

Desde la psicología clínica, es importante y clave identificar cómo las situaciones de pérdida económica, social, emocional y de oportunidades son vivencias traumáticas. Tanto Quiñones como Vivas coincidieron en afirmar que “en las tragedias hay una fractura difícil de reconstruir o de sanar y hay una oscuridad que no se logra comprender. Igualmente, la unidad familiar se rompió y pese a que seguimos hablando, entendemos que ya no es lo mismo que antes.”

Luego de dos años de pandemia, las estadísticas aportadas por el Instituto Departamental de Salud (IDS) en el boletín 783 indican que al 28 de julio de 2022, en Norte de Santander han fallecido 5.137 personas por COVID-19, hay 571 casos activos y 116.524 personas afectadas se han recuperado.

¿El tiempo ayuda a mitigar las penas?

La psicóloga Fernández, como terapeuta, recomienda a las personas que no han experimentado el duelo, darse la oportunidad de vivir el proceso como ellos consideran que les puede favorecer. No hay un manual, pues cada ser humano tiene formas diferentes de afrontarlo; se sugiere que en esas fechas especiales como Navidad, el Día de la Madre, el Día del Padre o el primer cumpleaños de la persona fallecida, se recuerden vivencias que normalmente se solían compartir con el ser querido.

“El tiempo juega un papel importante y el hecho de empezar a construir nuevos recuerdos y nuevas realidades, ya sin la presencia de ese ser querido, nos va ayudando de manera significativa, permitiéndonos la readaptación para encontrarle sentido a la pérdida”, explicó la investigadora.

Asimismo, cada familia o persona puede establecer rituales o acciones que considere pertinentes y les ayude a la expresión de sus emociones y sentimientos, de tal manera que decidan cómo quieren vivir el proceso, ya sea asistiendo a ceremonias religiosas, al sitio donde reposan sus restos o incluso, muchos optan por tener una foto o una caja de recuerdos que les permita sentir a la personas ausentes más cerca de ellos.

La profesora dejó entrever que en el duelo las personas pueden renegar de la voluntad divina, hecho que se dio en la situación de la funcionaria pública. “¿Por qué Dios nos abandonó y eso sucedió?” se preguntó.

En el caso de la comunicadora social, como lo aseguró, “lo que pasó fue contradictorio y lo que hice fue vincularme a los rituales tradicionales como una manera de honrar la memoria. Pero después de varios días de rezo, ya nada tenía sentido y por supuesto la duda me hizo más práctica.”

Orar, dice Fernández, puede ser una experiencia liberadora como también lo es escribir y plasmar aquellos pendientes que quedaron con la persona muerta, pues a veces lo más difícil es aceptar que “yo siempre quise esto y nunca lo puede hacer”, refiriéndose a cuando no se tiene una persona de confianza para “desahogar las penas”.

Para la investigadora, fue inevitable hacer referencia al fallecimiento de Carlos Corredor Pereira, quien se desempeñaba como vicerrector de la sede Cúcuta de la Unisimón; pese a que no fue consecuencia de la COVID-19, su deceso impactó no solo a la familia y personas cercanas, sino a la sociedad en general.

Una vez se conoció la noticia de su muerte, la universidad emprendió un sentido homenaje desde la región nortesantandereana que incluso llegó a resonar a nivel nacional e internacional, dado la influencia de Corredor en el sistema de Educación Superior durante más de 60 años.

“Qué bonito ser reconocido. Pienso que el mejor legado cuando nos enfrentamos a ese tema de la muerte, es seguir adelante y mostrarle al mundo quién fue esa persona”, expresó Fernández.

Si bien la COVID-19 fue una enfermedad generada por el coronavirus y esa condición supone un duelo anticipado, este no fue el caso, “no estábamos preparados a lo inesperado, que en últimas, terminó ajustando o reajustando nuestra realidad.”

* Artículo producido en el marco de la Alianza Unisimón - Diario La Opinión.

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