..

| Bienvenidos a Noticúcuta miércoles 24 de Abril de 2024 | | E- Mail: noticucuta@gmail.com | Whatsapp: 313-471-2961 y 311-258-8001 |

Traducir a otro idioma

English French German Spain Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

sábado, 15 de enero de 2022

Viajar por carretera - Por: Carlos Corredor Pereira


A mi esposa y a mí nos encanta andar por carretera. Es la única manera de conocer realmente el país. Volar de un lugar a otro es salir de un sitio más o menos conocido y llegar otro que vas a visitar o conocer de nuevo, sin tener noción de cómo es el paisaje entre los dos puntos; a 30.000 metros sobre el nivel del mar, en una calma casi que absoluta interrumpida de vez en cuando al esquivar un cumulonimbus, solo ves nubes que se extienden al infinito sobre un telón de azul profundo.

Hubo una época en que los aviones viajaban tan bajo que era posible mirar los accidentes geográficos que huían bajo las alas de la aeronave. Pero también se experimentaba esa terrible sensación de montaña rusa causada por los vientos cruzados que subían de los valles y jugaban con el avión cual si fuera una cometa y hacía que temieras por el siguiente momento imaginando que tu vida terminaría en lo que llamábamos “un vacío”.

Yo le tenía pánico a volar, hasta cuando un primo que piloteaba sus propias avionetas, que él tozudamente llamaba “aviones”, me explicó dos cosas fundamentales. La primera, la atmósfera no es estática. Lo que nosotros llamamos vientos son realmente ríos de aire que se elevan de la superficie más caliente de los valles buscando, como ordenan las leyes de la física, las capas más frías de la atmósfera. Pero como cualquier río de agua, fluye dependiendo de las diferencias de presión; puede casi tocar el suelo para subir rápidamente en el siguiente espacio, transmontar una montaña, virar rápidamente en una u otra dirección, atendiendo solamente a las diferencias locales en presión atmosférica.

La segunda, es que cualquier aeronave, no importa su tamaño, es realmente una cometa que en vez de la pita que halamos cuando jugamos con ella y la elevamos, tienen un motor que hace exactamente el papel de la pita, mientras que las alas son la superficie de la cometa que elevamos. Si internalizamos estos dos hechos, podemos entender que un avión pequeño en medio de un río de aire realmente se mueve con toda seguridad en ese río con un piloto cuyo papel fundamental es que se mantenga en el centro de la corriente y no se salga para ningún lado. Es totalmente equivalente a lo que hace un submarino cuando avanza en una corriente oceánica.

Viajar por carretera siempre es un placer y en Colombia el estado de la carretera siempre será una sorpresa. Desde cuando dice “fin de doble calzada” para encontrarse con una carretera relativamente buena por donde circulan ríos de carros en cada dirección, los más impacientes tratando de pasarse a los más lentos, sabiendo que dos o tres kilómetros más adelante se encontrarán con una obra en la que habrá paso en cada dirección entre quince minutos y dos o más horas después.

Y cuando la alegría de continuar se traduce en un aviso que dice “comienzo de doble calzada” se siente uno pasando de un país subdesarrollado a un país altamente desarrollado, avanzando sobre viaductos casi imposibles sobre abismos que parecen insondables para desembocar en túneles que se suceden uno a otro hasta que el último nos da la nueva sorpresa: se continúa con una carretera de dos carriles repleta de vehículos en ambas direcciones.

La sorpresa final es llegar a las carreteras de cuarta generación, con poquísimas y suaves curvas, por donde se puede avanzar como en una autostrada italiana a más de 150 km por hora, pero a las que en nuestro provincialismo irredento les ponemos un límite de velocidad de 80 km por hora, que ni siquiera la Policía respeta.

Viajar por carretera es vivir Colombia, es vivir la belleza de sus paisajes, es respirar la naturaleza de sus bosques, de sus montañas, de sus valles. ¡Es vivir!

No hay comentarios:

Publicar un comentario