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martes, 8 de mayo de 2018

APRENDER A EDUCAR PARA LA PAZ, EN MEDIO DE LA GUERRA



Dentro de las aulas de clases de la Universidad Simón Bolívar se edifican los profesionales del presente y el futuro. Hay cientos de historias para contar, pero una de ellas resalta por el coyuntural momento que atraviesa la situación de orden público en la región del Catatumbo.


Se trata de cuatro docentes que viajan a Cúcuta dos veces al mes para cumplir con sus estudios en la Maestría en Educación, en medio de las dificultades que trajo consigo el paro armado, consecuencia del control territorial y narcotráfico que se disputan los grupos al margen de la ley en esta zona del país.

El temor ha generado desplazamientos masivos y una inminente crisis humanitaria, que afecta el ejercicio de la enseñanza y el derecho a la educación. Sus habitantes esperan las noticias para continuar con las labores diarias, pero no han podido estar tranquilos porque guardan en su memoria un conflicto que desde hace más de dos décadas no azotaba tan fuerte estas pujantes tierras. 

Según fuentes oficiales, a los refugios llegaron alrededor de 6.000 familias desplazadas debido a los enfrentamientos bélicos en busca de comida y huyendo de las balas. Para contrarrestar la situación, desde la ciudad de Cúcuta cerca de 27 toneladas de alimentos se han enviado hasta el Catatumbo, región que agrupa 11 municipios del departamento de Norte de Santander, Ábrego, Convención, El Carmen, EL Tarra, Hacarí, La Playa, Ocaña, San Calixto, Sardinata, Teorama y Tibú.

En el caso de los docentes, a los largos trayectos que deben recorrer para desplazarse hasta la Universidad, se les suman las condiciones inclementes del clima y lo más difícil, tener que explicarles a sus estudiantes cómo seguir adelante en medio de los efectos de una guerra que no merecen. Estas circunstancias no han sido impedimento para estar a punto de culminar su posgrado, luego de ir y venir durante casi dos años.

Magda Cecilia Pérez Arenas, Licenciada en Educación Básica con Énfasis en Humanidades, Sinela del Rosario Bayona Quintero, Licenciada en Matemáticas y Ramón Elías Ortega, Licenciado en Educación Básica con Énfasis en Humanidades, vienen de El Tarra. Por su parte, Luz Aida Ramírez Ramírez, Licenciada en Filosofía, Pensamiento Político y Económico es de San Calixto.

Imparten clases en colegios de sus municipios, pero cambian los roles de maestros a estudiantes en la capital nortesantandereana, motivados por sus deseos de superación, por demostrarse a ellos mismos que en la educación está el sendero hacia la paz que tanto anhela su territorio, la tierra que aman y por la que están dispuestos a todo.

“La educación cuesta, pero cuesta más la ignorancia, por eso debemos dar el paso a esa proyección y a ese cambio del ser humanizado, para poder servir a la sociedad que queremos construir. Esto solo lo logramos a través de la educación”, expresa Luz Aida Ramírez Ramírez.

Llegar a Cúcuta a cumplir con los compromisos del exigente escalón profesional, en ocasionesse convierte en una odisea, donde incluso se juega la vida. En medio de enfrentamientos, amenazas o rumores, han llegado tarde a las clases o incluso, un día después de lo planeado.

Magda Cecilia Pérez Arenas cuenta que en uno de los viajes eran las 5:00 p.m. y recibieron la orden de no continuar con el recorrido habitual. Iban por Ocaña y se vieron obligados a pasar la noche donde unos amigos, junto a 15 personas más. “Acomodándonos como pudimos logramos dormir unas horas y al otro día salimos temprano. Oramos todo el camino y estábamos temerosos porque había una amenaza de bomba en la vía”.

NOTA COMPLETA: ACÁ

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