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jueves, 20 de julio de 2017

Arte, fotografía y moral - Por: Renson Said



Un fotógrafo es un artista como lo es un pintor, o una bailarina, o un poeta. En una fotografía uno puede encontrar todo eso: pintura, movimiento, poesía. No digo que toda fotografía sea una obra de arte del mismo modo como en algunos poemas no hay poesía. Hay fotógrafos que se esmeran y no solo hacen un registro naturalista de la realidad sino que buscan el punto de vista (como lo hace un escritor de novelas), un encuadre de luz (como lo hace un pintor) y un lenguaje visual (como lo hace un poeta) para capturar un momento. La fotografía tiene la fuerza irrefutable de la prueba. Lo que sabemos de oídas se corrobora en la fotografía. 

Sin la fotografía el mundo sería una soledad demasiado ruidosa, insoportable. La fotografía nos permite reflexionar sobre lo que hemos hecho como seres humanos. Gracias a las imágenes del horror de Auschwitz-Birkenau, en Polonia, sabemos de lo que es capaz el fanatismo político y religioso. La fotografía es el dedo de la historia que nos señala lo que hicimos antes de nacer para que las cosas no se repitan.

Las fotografías de Mauricio Vélez, publicadas en Soho, siguen esta orientación. Sus imágenes perturban, obligan a mirar hacia otro lado. Nos indigna porque en Colombia estamos acostumbrados a que la realidad nos fastidie solo cuando la vemos en el arte. La masacre de las bananeras, por ejemplo, no molestó a las autoridades hasta cuando la vieron retratada en Cien años de Soledad; y el bombardeo a Guernica hasta cuando lo pintó Picasso.

Que en Colombia existan curas pedófilos parece no molestarle a nadie, pero cuando Mauricio Vélez usa el arte supremo de la fotografía para capturar (y denunciar) esa realidad, se levanta polvareda. La portada de Soho donde hay un menor de edad al lado de un sacerdote muestra en la estética lo que hay en las parroquias. 

Acusar de pedofilia a la revista, o su antiguo director, o al artista fotógrafo, es un acto banal e hipócrita. Es el bostezo de la caverna. No hay que censurar el arte porque muestre en carne viva lo que tenemos: nuestras vergüenzas como sociedad. Lo que hay que hacer es cambiar la realidad para que el arte retrate otros motivos. En suma: no hay que asesinar al mensajero.

Toda esta confusión que se ha desatado en el país por una portada de Soho se debe en gran parte a un desconocimiento primario: en el arte el juicio es estético y no ético. Que el cuadro esté bien pintado; que el poema sea bueno; que la fotografía sea una extensión de la vida (como las fotografías de Todd Walker o Duane Michals; los desnudos masculinos de Eakins o el surrealismo de Laughlin). Hay niños desnudos en el arte desde el Paleolítico hasta el arte contemporáneo. Sally Mann expone en Nueva York fotografías de sus propios hijos desnudos y la revista Time la premió como la mejor fotógrafa estadounidense en 2001

Hay un desnudo de Dios en la capilla Sixtina: la morbosidad está también en el ojo del que mira.

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